miércoles, 30 de enero de 2008

La insólita historia de Mary Frith, más conocida como Moll Cutpurse (o cómo huir del carnaval sabiamente)


El otro día me encontré, releyendo La duodécima noche de William Shakespeare, una curiosa cita: “El verdadero nombre de mistress Moll, famosísimo en aquella época, era Mary Frith. Su apodo completo fue Moll Cortabolsas. Durante muchos años Londres se ocupó de su persona y sus hazañas. Era a la vez prostituta, proxeneta, ladrón a mano armada, matón muy diestro en la esgrima, encubridora de robos... y hermafrodita. Siempre fue vestida como hombre. Algunos autores escribieron comedias sobre su vida y hazañas. En el frontispicio de una de ellas, publicada en 1611, figura el retrato de mistress Moll vestido de hombre y fumando una larga pipa. Su vida completa apareció en 1662. Moll Cortabolsas nació en 1584 y murió en 1659. A pesar de sus robos, el populacho de Londres sentía por ella un interés novelesco. Además, sus dobles órganos sexuales fueron un motivo de curiosidad. / El retrato al que se refiere Shakespeare estaba expuesto en una tienda de Londres, y el público lo veía pagando unos cuantos chelines. Como representaba desnuda a la pícara heroína para que todos pudieran apreciar su doble naturaleza, el cuadro estaba cubierto por una cortina que sólo era descorrida luego que el exhibidor se daba cuenta de la edad y cualidades de los visitantes. Shakespeare se burla de esta cortina fingiendo creer que es para librar de polvo el retrato”.

Como podrá sospechar el amable lector, tenía que investigar un poco más sobre esta extraña historia. Buceando en el internet es poco lo que encontré, sin embargo la historia resumida de su vida me dará excusas para disertar brevemente sobre el disfraz o travestismo y la máscara, de los que inevitablemente se hablará mucho durante las siguientes semanas.

Mary Frith nació en Barbican en 1589, pueblo al norte de Londres en aquella época, y que en la actualidad -ya como barrio - es uno de los centros culturales más grandes de la capital británica ( que acoge, sin ir más lejos, a la Royal Shakespeare Company). Fue hija de un zapatero y se dice que fue criada con todos los cuidados y que recibió una buena educación, sólo que en la adolescencia comenzó a vestirse de hombre, frecuentó tabernas y prostíbulos en los que bebía y fumaba públicamente y perfeccionó las artes de su oficio de ladrona. Tuvo “oficios” diversos: ratera, asaltante de carrozas, “aseguradora” (fundó una Oficina de Seguros en donde revendía objetos robados por otros), maga, echadora de cartas, falsificadora, ... Con 74 años, Frith comenzó a sufrir de hidropesía, que consiste en retención de agua en el cuerpo. Su barriga se inflamó de forma inimaginable.

Con la cantidad de dinero que poseía, es fácil imaginar que hubiera hecho testamento. Pero no fue así. Viendo cercana la hora de su muerte, Moll pensó que aquel dinero podría servir como donativo a hospitales y conventos, pero luego creyó que aquel era un dinero manchado y que como era dinero del diablo, debería devolvérselo al diablo, así que todo aquel dinero, escamoteado de los impuestos y producto del robo, fue devuelto a la Tesorería General del Estado. Y una vez que tuvo todo repartido, pidió que se le enterrara vestido de hombre elegante, para que en su muerte fuera tan distinguido como en su vida. Fue enterrado en el cementerio de St. Bridget, con una losa de mármol en su tumba que rezaba el siguiente epitafio, compuesto por el famoso escritor John Milton, pero que por desgracia fue destruido durante la II Guerra Mundial.

Aquí yace, justo debajo de esta losa,
Polvo, pues todo es polvo con el paso del tiempo,
Polvo, para sorpresa del Saduceo,
Que algún día se levantará como Él o Ella,
O dos en uno como una pareja singular,
Un juego o diversión de la Naturaleza.
Cómo aparecerá vestido en el Juicio Final,
A menos que se le ocurra no aparecer,
O dónde se le ocurrirá aparecer,
Eso no lo sabe nadie:
Quizás en un sitio intermedio entre el Cielo o el infierno,
En el Purgatorio quizás.
Quizás alguien lo esconda bajo el suelo.
Estas reliquias merecen la suerte
De esa mentirosa trampa que es la tumba de Mahoma
Pues quien aquí está no ha comulgado jamás
Ni con el Bien ni con el Mal.
Así cuando el mundo esté calcinado
Y la mitad de la raza humana
Esté consumiéndose en el fuego eterno,
Él estará solo en medio del Cielo y del Infierno
Y nadie vendrá a su lado.
Lector, hasta que todo esto pase,
Él yacerá bajo esta losa,
Hasta que puedas volver a verlo.

Todo este preámbulo, más cercano a la novela de caballerías que a otra cosa, me da un buen paraguas para abrigarme de la tormenta carnavalera que se avenia. Esquivando globos y mequetrefes, debo recordar al impávido lector – que espero que a estas alturas de la narración aún siga conmigo – que las fiestas que ya se nos vienen, tiene su origen presumiblemente en el teatro más antiguo.

La historia de Mary Frith, al igual que la del dios Dionisos – padre del teatro en Grecia-, es la de un disfraz y una máscara. Shakespeare se mofaba en Twelfth Night de su retrato, pero debemos corregirlo por un momento. Ese retrato, según los historiadores cibernéticos que he consultado, fue falso. Al morir Moll Cutpurse se descubrió que sólo tenía genitales femeninos, es decir, vivió toda su vida como hombre aunque su fisonomía fuese femenina.

Esto del hermafrodistismo, real o inventado, no es nada nuevo. “En el Banquete, hacia el año 385, Platón pretendió que en su origen la humanidad estaba hecha de seres dobles, perfectos, que poseían los dos órganos sexuales; que luego Zeus los había dividido en dos mitades, y que es así como habían nacido los actuales seres masculinos y femeninos, que han conservado, unos y otros, su recíproca nostalgia...”[1]

Hablo del hermafrodita por aquello de este juego de disfraces y emociones, tan sexual, tan lúdico y tan divertido, algo tan propio del carnaval y del teatro. Las máscaras también lo son, y si no, acuérdese ínclito lector que, etimológicamente, maskara significa persona, en griego.

El carro naval griego, más tarde traducido como carnaval, o las carnestolendas romanas, dieron paso con el correr de los siglos –junto al sincretismo religioso, cultural y universal posterior- al Carnaval que tenemos (o sufrimos) ahora.

Invitando a todo aquél que no haya probado hasta ahora eso del hermafroditismo (curiosa palabrota que espero no ofenda en demasía al que lee estas líneas), me despido graciosamente de usted.

¡Así pues, luego de este largo y curvilíneo camino, le deseo al lector una feliz siesta y un próspero travestismo!

[1] Introducción a la sexología médica, de G. Abraham y W. Pasini. Editorial Critica, Grupo Grijalbo. Barcelona, 1980.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Sangre rápida

Esta mañana tuve una visión horrible. De camino al trabajo, o sea, a un taller de teatro con niños, el minibús donde iba se cruzó con un espectáculo dantesco: una mujer aturdida, con la mirada posada en su confusión, sangrando por la cabeza, por los ojos, por la nariz, por la boca. La imagen perfecta del terror. No sé qué pasó ni por qué estaba así la mujer, pero me dejó frío para todo el día.

Me bajo del minibús, y, para mejorar el día, veo las portadas de los periódicos: "Cuatro ladrones quemados vivos en El Alto". Con fotos en primerísimo primer plano. Ante la imagen de la mujer, todos los ciudadanos se paraban; ante la otra, la periodística, nadie.

Sangre que llama a sangre. Sangre que convoca a sangre. Para esta tarde se espera que también corra la sangre: una marcha de cocaleros desafiará a los matones del bombón - prefecto. Se verá una nueva demostración de la estupidez humana. Sangre rápida, sin decisiones, sin cambios. Continúa el Carnaval, viva Bolivia!!

lunes, 3 de diciembre de 2007

Entre carcajodas y personajes góticos


Ayer no paré de reír en toda la noche. Resulta que estuve saliendo durante dos meses con una mujer, preciosa y culta ella, que en realidad era el Dr. Jekyll.


Hace casi un mes, sin que nada lo mediase, ella decidió cortar por lo sano la relación - que había sido idílica todo el tiempo, para nuestra sorpresa -.


En fin, cuando quise saber qué pasaba, Mr. Hyde apareció.


Ayer, tanto el doctor Jekyll como el señor Hyde se borraron de mi mente y fueron sustituidos por una larga y aliviada carcajoda. No sólo no había hecho nada malo para que, de repente, la relación se hubiera ido a la mierda, sino que había sido al revés.


Esta noche llega mi venganza.


Quizá otro día les cuente qué ocurrió.


Saludos.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Capote y otros calores tropicales

Heme aquí de vuelta, bronceado naturalmente y sorprendido de las vueltas que da la vida. Mi periplo me llevó, en los últimos días, de La Paz a Cochabamba, de esta ciudad a Villa Tunari (Chapare), vuelta a la Llajta y ahora, escribo desde Santa Cruz. Durante el citado viaje Truman Capote y dos autores anónimos me acompañaron: Desayuno con diamantes, Música para camaleones (ambas de Capote) y Beowulf y La tragedia del fin de Atawallpa las signadas por escritores desconocidos. A Capote lo disfruté enormemente con el relato largo de Breakfast at Tiffanny´s, comparándolo con el filme homónimo de Blake Edwards, y, mención especial tiene el relato Féretros tallados a mano y los Retratos coloquiales (ambos incluidos en el segundo libro citado), en donde Capote muestra su indudable maestría en la narrativa previa a su obra maestra, A sangre fría. Bueno, compañeros de blog, esos relatos no desmerecen la fama de la novela.
Aparte de mi recorrido intelectual no puedo dejar pasar por alto la vivencia enriquecedora de Villa Tunari. Hasta ese remoto y paradisíaco rincón del mundo llegué por el arte dramático, ya que entre el 10 y el 16 de noviembre participé en el I Encuentro Latinoamericano de Teatro por el Derecho de los Pueblos Indígenas, que fue organizado por el grupo A puerta cerrada, de Sucre. Allí me encontré con una nueva familia: Pepe, Pablo, Marcelo, Farah, Jazmín, Samuel, Álvaro, Alfonso y Anita, además de otros 30 locos apasionados del teatro... bueno, todo nos dimos cita para actuar, hablar, farrear y demás verborrea durante todos esos días.
Ahora, llego a Santa Cruz con un reto que desentrañaré durante los siguientes días, si es que las picaduras y otros calores tropicales no me lo impiden.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Carta de una isla desierta a un náufrago


Estimado desconocido, mi piel ya no es lo que era desde que te fuiste.


Como una posesa soñé contigo antes de que llegaras, sumida en un estado de desconsolación absoluto. Quiero decir, no es que me aburriera, cosa imposible en el Mar de los Sargazos, con tanto vaivén. No, no fue por eso. Simplemente fue que, desde tu llegada, cada cosa era nueva.

Todo era un gran descubrimiento.


Mis pelos, es decir, mis palmeras... se ponían de tiros largos cada vez que te veían y entre todas competían para ser la que más se doblaba y te ofrecía cocos maduros para que tu mezclaras tus manjares.


Después, mis narices, las cuevas oscuras y frías en donde soportaste los primeros días como aunténtico salvaje, te las cedí amablemente. Luego, cuando tomaste la decisión de hacer tu propia choza, sufrí algo, porque mis narices se resentían porque ya nadie les hacía cosquillas.


Con mis lágrimas y sudor te bañabas. Sí, hasta en eso cedí a tus caprichos, a eso que tu llamabas cataratas y a mí que me daban unas ganas de reír cada vez que te veía desnudo... pero, bueno, no te quiero hacer sonrojar.


Finalmente te mudaste a tu casita, hecha de mis pelos y parte de mis narices. Seguramente creiste que ya habías madurado en tu relación conmigo y te volviste un consentido. Comiste, o mejor dicho, te tragaste casi todo piojo que tenía en la cabellera. Sí, esos que tú llamabas jabalíes, monos, guacamayos y demás familia.


Como decía, estimado náufrago, luego de que me dejaras sin diversión alguna te fuiste. Sin ninguna nota de aviso.


Ahora mi cuerpo está triste porque no te tiene como compañía, ya que eras el último bicho vivo que quedaba en mis entrañas.


Pido una explicación. ¿O te rompo la botella?

lunes, 29 de octubre de 2007

Vértigo


Diez minutos antes de entrar al escenario el ritmo cardíaco se eleva, la concentración trata de ser máxima pero muchas veces es partida por ciertos inconvenientes (público o técnicos que entran a deshora, lo justo para desconcentrarte) o desarreglos de escenografía de última hora (que nunca faltan).


Uno minuto antes de pisar la escena, en la oscuridad de los bastidores, uno se concentra en su entrada. No en cómo la va a hacer, sino en decidirse a hacerlo una vez más.


Y es que el escenario teatral tiene, para el actor, mucho de vértigo. Pero ese miedo irracional tiene sus peros: es como desear a una mujer, no sabes nada hasta que no te lancas; o, como se diría, hay que lanzarse a la piscina y coger al toro por las astas.


En un rato vuelvo al ruedo, a los últimos ensayos que son casi tan difíciles como el estreno físico. Y en lo único que pienso es en lanzarme y no mirar atrás.

viernes, 26 de octubre de 2007

Jack, Poe y Bierce


Cuando Jack salió a la luz, hace poco más de catorce años, Poe llevaba más de 144 años muerto. La Pesadilla antes de Navidad que firmaban, al alimón, Burton y Selick se quedaba en una linda historia - a medio camino entre el homenaje a Halloween y otra vuelta de tuerca a la Navidad -, pero sin más que cortar.
Quizás lo mejor de esta película en "slow motion" era ver a los muñecos en movimiento luego de tres largos años de rodaje y, por supuesto, disfrutar de la estética de Tim Burton, tan juguetona y divertida, plagada de guiños cinematográficos y literarios, entre ellos a los maestros de la literatura fantástica o gótica, si se quiere.

Por eso Edgar es mucho Edgar. El propio Cortázar, gran admirador del escritor norteamericano, aseguraba que Poe "hacía hincapié en la gran parquedad o economía de medios de que hacía gala para lograr sus propósitos". Para transmitir la sensación de inquietud y terror la acción en sus relatos transcurría en un solo lugar, en donde todos los detalles estaban subordinados al conjunto y cualquier detalle de poco interés sobraba. La sensación de horror la transmitió de manera directa y en una determinada longitud, la brevedad.
El mejor ejemplo que demuestra la esencia clara del relato corto de terror de Poe fue su primer cuento publicado Metzengerstein, en el cual tiene circunstancias románticas como la ruina de una familia ilustre, un viejo castillo, un barón disoluto..., pero no nos relata la historia de la familia, ni una historia de amor, sino que desde el comienzo hasta el final se trata de un relato de horror y fatalidad.

Cuentos como El puente sobre el río del búho, de Ambroce Bierce, o Berenice y Manuscrito hallado en una botella, del propio Poe, tienen mayor intensidad y profundidad que cualquier filme que haya hecho, o quieran hacer, Disney o Buena Vista (que es lo mismo).

Pero, ¿qué tienen en común Jack, Poe y Bierce?

Simplemente ver que el mundo está más podrido de lo que parece, y, ser capaces de contarlo.